En el ámbito de las obras de “iniciativa pública”,
hay que tener en cuenta que el presupuesto del proyecto, siempre es un
documento que forma parte del contrato de la obra, y cualquier desacuerdo,
imprevisto, o diferencia, como fijar un nuevo precio contradictorio, certificar
acopios de materiales, o hacer una liquidación parcial de la obra, requieren
conocer y manejar no solo el importe total de la obra, de los capítulos y de los
precios unitarios de cada partida, sino también mantener toda la coherencia interna
con los elementos que forman los precios del proyecto, (mano de obra,
materiales, costes indirectos .. etc)
No obstante, cuando lo que se pretende es conocer el
alcance o importe aproximado de un presupuesto de ejecución, parece oportuno
pensar que la cantidad de datos numéricos que se manejan en un presupuesto
ordinario, resulta desproporcionada ya que si indagamos con un poco de
habilidad dentro del contenido, enseguida vemos que casi siempre, son solo unas
cuantas partidas las que, ya sea por su magnitud o por su valor unitario, configuran
la parte más significativa del presupuesto.
Lógicamente ese tipo de partidas o unidades más
singulares, dependen del tipo de proyecto y sus características particulares, y
normalmente son esas características, las que a su vez sirven para configurar
distintos tipos o sistemas de “índices”, con los cuales se elaboran modelos o
proyecciones para estimar avances de coste o presupuesto.
El síndrome
de los céntimos y el contable
Uno de los primeros avances de la contabilidad entre
la época medieval y el renacimiento, son las tablas de doble entrada, en las
que un cierto conjunto de cifras de contabilidad, se ordenan distribuidas en filas
y columnas, que luego sumadas en ambos sentidos deben proporcionar un resultado
final idéntico. El doble resultado es siempre una comprobación indirecta de la
integridad de las operaciones de forma que esa “redundancia” en los datos o en
su agrupación, permite asegurar que las operaciones están realizadas
correctamente. En ese sentido cabe mencionar la gran diferencia que ha supuesto
la informática, ya que ahora la integridad de las operaciones queda asegurada
por el entorno informático y el sistema operativo, y el riesgo de errores queda
limitado solamente a la integridad de los propios datos.
Cuando se manejan cantidades importantes de datos con
operaciones redundantes sobre ellos, el trabajo de localizar pequeños errores o
discrepancias puede ser bastante engorroso. Supongo que todos recordamos algún
caso donde el responsable de un sistema de “contabilidad” se encuentra agobiado
tratando de localizar “unos céntimos”, que solo por “incordiar” le habremos
ofrecido compensar o sufragar de nuestro propio bolsillo. Evidentemente el
problema es la existencia de la diferencia dentro del sistema redundante y no la
cuantía de esta.
Con independencia de las redundancias y la seguridad
que representan, el simple hecho de tener que manejar los valores y precios de
“todas las unidades de obra” que componen un proyecto, resulta no solo
laborioso sino también propenso a errores y olvidos, por lo que enseguida surge
la idea de establecer “referencias objetivas” de forma que al revisar y
comparar una “lista” de referencia, se tenga una seguridad razonable de que
esta está completa, aunque también se puede considerar la alternativa de eliminar
una gran parte de esa especie de “ruido de fondo” que representan la mayor
parte de los datos que intervienen.
Las Bases
de Precios de la construcción
Al considerar la idea de una “lista completa” como
referencia, También hay que tener en cuenta que en los proyectos de
edificación, esta es mucho más larga y numerosa que en la obra civil, y al
mismo tiempo sus magnitudes e importes económicos son mucho menores.
Por otra parte, también hay que mencionar los
esfuerzos de estandarización que han supuesto las “bases de precios” de la
construcción, que se han ido desarrollando paralelamente a las aplicaciones
informáticas dedicadas a la elaboración de presupuestos. En este terreno
algunas bases de datos se han llegado a convertir en una referencia general, aceptada
por todos los profesionales de la construcción, como las elaboradas por el
colegio de arquitectos técnicos de Guadalajara, la de la Junta de Andalucía, o bien
otras muchas.
Una característica propia de las bases de precios,
además de la vinculación imprescindible con aplicaciones informáticas, es la
ingente cantidad de unidades de obra que contienen. De hecho las versiones que
se publicaban hace ya algunos años se editaban con versión informática y/o en
papel, ocupando varios tomos, pero finalmente se han vuelto tan extensas que la
versión en papel sería totalmente inmanejable.
Evidentemente la localización de las distintas unidades
se realiza a través de las herramientas de búsqueda en una aplicación
informática, y a su vez esta, garantiza la seguridad e integridad de las
operaciones numéricas, y también la coherencia interna y todas las redundancias
de los componentes que forman el precio cuando se efectúa cualquier tipo de
ajuste.
En todos los casos esas bases de datos se organizan mediante
una estructura o subdivisión en capítulos que es conocida en alusión al “Instituto
Torroja de la
Construcción”, que es probablemente la primera institución de
este país que se dedica al estudio, investigación y difusión en el sector, y
que en relación a este tema propone una ordenación de la lista, con arreglo a
los diferentes “oficios” o “trabajos” que se desarrollan dentro de la obra. De
ahí capítulos tan característicos, como “Albañilería” o la separación entre “Carpintería
metálica” y “Carpintería de madera”.
En contraposición con esa estructura que
habitualmente se denomina del “Torroja”, aparece a finales de los años 70s, la
publicación de las Normas Tecnológicas de la Edificación o por sus
siglas: NTE, las cuales constituyen un trabajo importante de iniciativa pública
(Ministerio de la Vivienda/MOPU),
encaminado a estandarizar o constituir una “referencia objetiva” en el sector de
la construcción. Ese repertorio de Normas, presenta a su vez una estructura
organizada en tres niveles Capítulo–Subcapítulo–Norma, pero que en vez de
organizarse alrededor de los oficios o trabajos de la construcción, se organiza
con arreglo a las distintas “partes físicas” o elementos que configuran el
edificio: Cimentación, Estructura, Fachada, Cubierta .. etc.
Una
propuesta diferente.
Una vez revisado el panorama de las Bases de Precios
y evocando las consideraciones que se hacían en su momento sobre los sistemas
de módulos de los colegios de arquitectos, parece evidente que existe una gran contradicción
en el hecho de que para calcular en primera aproximación aunque con rigor
suficiente, el coste de ejecución de un proyecto, sea necesario operar con la
ingente cantidad de datos numéricos o de unidades de obra que contienen las
bases de precios, ya que como se ha mencionado, normalmente son solo unas pocas
unidades significativas, las que configuran la mayor parte del presupuesto.
Esta última consideración nos devuelve en la práctica
al hecho de que la forma de “aproximar” un presupuesto de ejecución en las
fases iniciales del proyecto, va ha depender mucho de la habilidad o
experiencia de cada proyectista, para decidir oportunamente cuales son las partidas
más significativas en detrimento del resto, y poder evaluar estas con una
aproximación suficiente respecto al conjunto.
Para poder formular un nuevo modelo, en este caso se
propone establecer en primer lugar, una lista cerrada de componentes, para lo que
resulta oportuna la estructura que contienen las NTEs ya que subdivide cualquier
edificio en sus partes o elementos físicos. Por otra parte el nuevo modelo,
pretende considerar para cada uno de esos “elementos” o partes más
significativas, solamente unos pocos “tipos” con sus correspondientes valores
de referencia que permitan evaluar la repercusión económica de los casos más
comunes. Evidentemente el valor económico que se asigna a los componentes no
puede ser estrictamente el de las unidades de obra directamente involucradas en
su elaboración, ya que es preciso “compensar” la repercusión de los elementos
que no consideramos en esa lista.
Los valores de referencia de estos componentes, normalmente
se encontrarán separados por una cuantía apreciable, para que su agrupación por
categorías resulte útil y significativa, ya que si se establece un repertorio
de opciones numeroso y casi continuo en sus valores, la elección se vuelve
laboriosa y confusa. Por otra parte esa separación relativa de valores, también
esta relacionada con la precisión global del sistema, ya que si como ejemplo,
adoptamos solo valores separados entre sí por una cuantía del veinte por ciento
(20%), al manejar cierto número de elementos, las diferencias se reparten
estadísticamente, y podemos considerar perfectamente que la precisión global,
va ser al menos del diez por ciento, que aunque no sería aceptable en un
presupuesto cerrado, sí puede resultar útil en las fases iniciales y de avance.
Estas consideraciones nos permiten pensar que en
realidad tampoco es necesario manejar estrictamente los valores de los precios,
ya que estos pueden ser sustituidos por una escala discontinua, donde solamente
figura un número limitado de valores, ordenados mediante un intervalo de
separación fija, con lo que bastaría referirse al numero de orden en esa lista,
para tener perfectamente identificado cada valor.
Si formulamos una lista discontinua
mediante un intervalo del 20%, los valores de esa lista pasan a ser: 1 – 1,2 –
1,44 – 1,728 – 2,0736 … o lo que es lo mismo: 1 – 1,2 – 1,2*1,2 – 1,2*1,2*1,2 -
… - 1,2 n. es decir que el valor de una determinada categoría en esa
lista, pasa a ser igual a la base 1,2 elevada a un exponente que es el número
de orden del intervalo correspondiente. Esto que inicialmente puede resultar
extraño, no es mas que una escala de tipo logarítmico, similar a la de los
“niveles de ruido” en acústica, o la de
niveles del “ph” en química.
Una de las ventajas a considerar en
este sistema, es el hecho de que los valores que se manejan en sustitución de
los “precios” normales, son solo un repertorio de números enteros de dos
cifras, que además de no tener un significado aparente en si mismos, permiten
reducir considerablemente la cantidad de cifras empleadas en el cálculo y consecuentemente
el riesgo de “error” en los datos o en su manipulación.
A la hora de elegir la “base” más adecuada para
establecer el intervalo de precios oportuno, podemos adoptar un número
arbitrario, como por ejemplo un incremento del 15% ó el 20%, que en primera
aproximación parece un compromiso razonable con la precisión del sistema, pero
también podemos hacer un calculo inverso para elegir una base del precio de tal
forma que un numero determinado de intervalos o incrementos, permitan asegurar
un “múltiplo” del precio inicial, como puede ser el “doble”, o diez veces
mayor.
Si decidimos por ejemplo, incrementos del doble del
precio inicial con un aumento de cinco categorías, el valor de la base sería
entonces la raíz quinta de dos, es decir “1,148698”, que se
encuentra próximo al 15% en cada intervalo, y si optamos por incrementar diez
veces el valor con un incremento de quince categorías, la base tendría que ser
la raíz quinceava de diez, o lo que es lo mismo “1,197860” que se
encuentra próxima al 20%.
Con el fin de suministrar un ejemplo práctico y algo
mas tangible de todo lo que se acaba de exponer, se dispone a continuación un
enlace que permita bajar y practicar sobre una “hoja de cálculo” elaborada en
EXCEL, que contiene un formulario para calcular el avance de un presupuestos en
el ámbito de la edificación, solo con el hecho de anotar la magnitud de cada
elemento en la columna correspondiente, frente a la opción prevista en cada
caso.