jueves, 14 de junio de 2012

MEDICIONES y PRESUPUSTO ( III )

En el ámbito de las obras de “iniciativa pública”, hay que tener en cuenta que el presupuesto del proyecto, siempre es un documento que forma parte del contrato de la obra, y cualquier desacuerdo, imprevisto, o diferencia, como fijar un nuevo precio contradictorio, certificar acopios de materiales, o hacer una liquidación parcial de la obra, requieren conocer y manejar no solo el importe total de la obra, de los capítulos y de los precios unitarios de cada partida, sino también mantener toda la coherencia interna con los elementos que forman los precios del proyecto, (mano de obra, materiales, costes indirectos .. etc)

No obstante, cuando lo que se pretende es conocer el alcance o importe aproximado de un presupuesto de ejecución, parece oportuno pensar que la cantidad de datos numéricos que se manejan en un presupuesto ordinario, resulta desproporcionada ya que si indagamos con un poco de habilidad dentro del contenido, enseguida vemos que casi siempre, son solo unas cuantas partidas las que, ya sea por su magnitud o por su valor unitario, configuran la parte más significativa del presupuesto.

Lógicamente ese tipo de partidas o unidades más singulares, dependen del tipo de proyecto y sus características particulares, y normalmente son esas características, las que a su vez sirven para configurar distintos tipos o sistemas de “índices”, con los cuales se elaboran modelos o proyecciones para estimar avances de coste o presupuesto.

El síndrome de los céntimos y el contable

Uno de los primeros avances de la contabilidad entre la época medieval y el renacimiento, son las tablas de doble entrada, en las que un cierto conjunto de cifras de contabilidad, se ordenan distribuidas en filas y columnas, que luego sumadas en ambos sentidos deben proporcionar un resultado final idéntico. El doble resultado es siempre una comprobación indirecta de la integridad de las operaciones de forma que esa “redundancia” en los datos o en su agrupación, permite asegurar que las operaciones están realizadas correctamente. En ese sentido cabe mencionar la gran diferencia que ha supuesto la informática, ya que ahora la integridad de las operaciones queda asegurada por el entorno informático y el sistema operativo, y el riesgo de errores queda limitado solamente a la integridad de los propios datos.

Cuando se manejan cantidades importantes de datos con operaciones redundantes sobre ellos, el trabajo de localizar pequeños errores o discrepancias puede ser bastante engorroso. Supongo que todos recordamos algún caso donde el responsable de un sistema de “contabilidad” se encuentra agobiado tratando de localizar “unos céntimos”, que solo por “incordiar” le habremos ofrecido compensar o sufragar de nuestro propio bolsillo. Evidentemente el problema es la existencia de la diferencia dentro del sistema redundante y no la cuantía de esta.

Con independencia de las redundancias y la seguridad que representan, el simple hecho de tener que manejar los valores y precios de “todas las unidades de obra” que componen un proyecto, resulta no solo laborioso sino también propenso a errores y olvidos, por lo que enseguida surge la idea de establecer “referencias objetivas” de forma que al revisar y comparar una “lista” de referencia, se tenga una seguridad razonable de que esta está completa, aunque también se puede considerar la alternativa de eliminar una gran parte de esa especie de “ruido de fondo” que representan la mayor parte de los datos que intervienen.

Las Bases de Precios de la construcción

Al considerar la idea de una “lista completa” como referencia, También hay que tener en cuenta que en los proyectos de edificación, esta es mucho más larga y numerosa que en la obra civil, y al mismo tiempo sus magnitudes e importes económicos son mucho menores.

Por otra parte, también hay que mencionar los esfuerzos de estandarización que han supuesto las “bases de precios” de la construcción, que se han ido desarrollando paralelamente a las aplicaciones informáticas dedicadas a la elaboración de presupuestos. En este terreno algunas bases de datos se han llegado a convertir en una referencia general, aceptada por todos los profesionales de la construcción, como las elaboradas por el colegio de arquitectos técnicos de Guadalajara, la de la Junta de Andalucía, o bien otras muchas.

Una característica propia de las bases de precios, además de la vinculación imprescindible con aplicaciones informáticas, es la ingente cantidad de unidades de obra que contienen. De hecho las versiones que se publicaban hace ya algunos años se editaban con versión informática y/o en papel, ocupando varios tomos, pero finalmente se han vuelto tan extensas que la versión en papel sería totalmente inmanejable.

Evidentemente la localización de las distintas unidades se realiza a través de las herramientas de búsqueda en una aplicación informática, y a su vez esta, garantiza la seguridad e integridad de las operaciones numéricas, y también la coherencia interna y todas las redundancias de los componentes que forman el precio cuando se efectúa cualquier tipo de ajuste.

En todos los casos esas bases de datos se organizan mediante una estructura o subdivisión en capítulos que es conocida en alusión al “Instituto Torroja de la Construcción”, que es probablemente la primera institución de este país que se dedica al estudio, investigación y difusión en el sector, y que en relación a este tema propone una ordenación de la lista, con arreglo a los diferentes “oficios” o “trabajos” que se desarrollan dentro de la obra. De ahí capítulos tan característicos, como “Albañilería” o la separación entre “Carpintería metálica” y “Carpintería de madera”.

En contraposición con esa estructura que habitualmente se denomina del “Torroja”, aparece a finales de los años 70s, la publicación de las Normas Tecnológicas de la Edificación o por sus siglas: NTE, las cuales constituyen un trabajo importante de iniciativa pública (Ministerio de la Vivienda/MOPU), encaminado a estandarizar o constituir una “referencia objetiva” en el sector de la construcción. Ese repertorio de Normas, presenta a su vez una estructura organizada en tres niveles Capítulo–Subcapítulo–Norma, pero que en vez de organizarse alrededor de los oficios o trabajos de la construcción, se organiza con arreglo a las distintas “partes físicas” o elementos que configuran el edificio: Cimentación, Estructura, Fachada, Cubierta .. etc.

Una propuesta diferente.

Una vez revisado el panorama de las Bases de Precios y evocando las consideraciones que se hacían en su momento sobre los sistemas de módulos de los colegios de arquitectos, parece evidente que existe una gran contradicción en el hecho de que para calcular en primera aproximación aunque con rigor suficiente, el coste de ejecución de un proyecto, sea necesario operar con la ingente cantidad de datos numéricos o de unidades de obra que contienen las bases de precios, ya que como se ha mencionado, normalmente son solo unas pocas unidades significativas, las que configuran la mayor parte del presupuesto.

Esta última consideración nos devuelve en la práctica al hecho de que la forma de “aproximar” un presupuesto de ejecución en las fases iniciales del proyecto, va ha depender mucho de la habilidad o experiencia de cada proyectista, para decidir oportunamente cuales son las partidas más significativas en detrimento del resto, y poder evaluar estas con una aproximación suficiente respecto al conjunto.

Para poder formular un nuevo modelo, en este caso se propone establecer en primer lugar, una lista cerrada de componentes, para lo que resulta oportuna la estructura que contienen las NTEs ya que subdivide cualquier edificio en sus partes o elementos físicos. Por otra parte el nuevo modelo, pretende considerar para cada uno de esos “elementos” o partes más significativas, solamente unos pocos “tipos” con sus correspondientes valores de referencia que permitan evaluar la repercusión económica de los casos más comunes. Evidentemente el valor económico que se asigna a los componentes no puede ser estrictamente el de las unidades de obra directamente involucradas en su elaboración, ya que es preciso “compensar” la repercusión de los elementos que no consideramos en esa lista.

Los valores de referencia de estos componentes, normalmente se encontrarán separados por una cuantía apreciable, para que su agrupación por categorías resulte útil y significativa, ya que si se establece un repertorio de opciones numeroso y casi continuo en sus valores, la elección se vuelve laboriosa y confusa. Por otra parte esa separación relativa de valores, también esta relacionada con la precisión global del sistema, ya que si como ejemplo, adoptamos solo valores separados entre sí por una cuantía del veinte por ciento (20%), al manejar cierto número de elementos, las diferencias se reparten estadísticamente, y podemos considerar perfectamente que la precisión global, va ser al menos del diez por ciento, que aunque no sería aceptable en un presupuesto cerrado, sí puede resultar útil en las fases iniciales y de avance.

Estas consideraciones nos permiten pensar que en realidad tampoco es necesario manejar estrictamente los valores de los precios, ya que estos pueden ser sustituidos por una escala discontinua, donde solamente figura un número limitado de valores, ordenados mediante un intervalo de separación fija, con lo que bastaría referirse al numero de orden en esa lista, para tener perfectamente identificado cada valor.

Si formulamos una lista discontinua mediante un intervalo del 20%, los valores de esa lista pasan a ser: 1 – 1,2 – 1,44 – 1,728 – 2,0736 … o lo que es lo mismo: 1 – 1,2 – 1,2*1,2 – 1,2*1,2*1,2 - … - 1,2 n. es decir que el valor de una determinada categoría en esa lista, pasa a ser igual a la base 1,2 elevada a un exponente que es el número de orden del intervalo correspondiente. Esto que inicialmente puede resultar extraño, no es mas que una escala de tipo logarítmico, similar a la de los “niveles de ruido” en acústica, o  la de niveles del “ph” en química.

Una de las ventajas a considerar en este sistema, es el hecho de que los valores que se manejan en sustitución de los “precios” normales, son solo un repertorio de números enteros de dos cifras, que además de no tener un significado aparente en si mismos, permiten reducir considerablemente la cantidad de cifras empleadas en el cálculo y consecuentemente el riesgo de “error” en los datos o en su manipulación.

A la hora de elegir la “base” más adecuada para establecer el intervalo de precios oportuno, podemos adoptar un número arbitrario, como por ejemplo un incremento del 15% ó el 20%, que en primera aproximación parece un compromiso razonable con la precisión del sistema, pero también podemos hacer un calculo inverso para elegir una base del precio de tal forma que un numero determinado de intervalos o incrementos, permitan asegurar un “múltiplo” del precio inicial, como puede ser el “doble”, o diez veces mayor.

Si decidimos por ejemplo, incrementos del doble del precio inicial con un aumento de cinco categorías, el valor de la base sería entonces la raíz quinta de dos, es decir “1,148698”, que se encuentra próximo al 15% en cada intervalo, y si optamos por incrementar diez veces el valor con un incremento de quince categorías, la base tendría que ser la raíz quinceava de diez, o lo que es lo mismo “1,197860” que se encuentra próxima al 20%.

Con el fin de suministrar un ejemplo práctico y algo mas tangible de todo lo que se acaba de exponer, se dispone a continuación un enlace que permita bajar y practicar sobre una “hoja de cálculo” elaborada en EXCEL, que contiene un formulario para calcular el avance de un presupuestos en el ámbito de la edificación, solo con el hecho de anotar la magnitud de cada elemento en la columna correspondiente, frente a la opción prevista en cada caso.

viernes, 8 de junio de 2012

MEDICIONES y PRESUPUSTO ( II )


En la entrada del día anterior, se ha desarrollado una exposición general sobre la elaboración de mediciones y presupuestos en los proyectos de arquitectura, su trascendencia y algunos aspectos prácticos sobre su elaboración en los últimos años dentro del ámbito de este país.

En los últimos párrafos se mencionaba el sistema de módulos que se ha utilizado por los colegios de arquitectos, la incidencia que había tenido durante su vigencia, y la desregulación que han supuesto los cambios legislativos, y la aparición de ciertas “incertidumbres” o dudas sobre el “rigor” de los presupuestos  que se incluyen en algunos proyectos técnicos de iniciativa estrictamente privada.

El sistema Medición-Presupuesto

Una de las características destacables del documento de mediciones y presupuesto, es la “ingente” cantidad de datos numéricos que puede acarrear, y en consecuencia la probabilidad de generar errores de todo tipo, y las dificultades para establecer sistemas de control “riguroso” sobre su integridad. Esta cantidad de datos numéricos que incluye el documento es lógicamente proporcional a la magnitud o volumen del proyecto, y en el caso de obras singulares o de cierto tamaño puede llegar a generar volúmenes de varios cientos de páginas de texto mecanografiado. No obstante en este sentido cabe mencionar las diferencias tradicionales entre los proyectos de “arquitectura” y los de “obra civil” que a su vez ilustran, amplían y refuerzan diferencias de criterios entre “arquitectos” e “ingenieros de caminos”.

En el caso de los ingenieros de caminos y la obra civil, hay que destacar que tanto los proyectos técnicos como el ejercicio profesional, siempre han tenido una cierta convergencia con muchos elementos comunes en el sector de la construcción, y como ejemplo  es frecuente que las empresas constructoras operen tanto en “obra civil” como en “edificación”, los laboratorios de control de calidad operan indistintamente en ambos sectores, y de hecho si se examinan con detenimiento los procesos de “construcción”, se puede apreciar que la relación de “unidades de obra”, que intervienen en muchos casos son las mismas, (movimiento de tierras, cimentaciones, estructuras de hormigón y acero, pavimentaciones, redes e instalaciones de saneamiento o desagües, abastecimiento o fontanería, iluminación y alumbrado público, electricidad .. etc). De hecho las bases de precios y unidades de obra, o los programas informáticos suelen emplearse indistintamente en ambos sectores.

Una característica singular que sin embargo diferencia claramente a ambos, es la magnitud relativa en el momento de cuantificar cada proyecto. Como ejemplo cabe mencionar que en el caso de una “vivienda unifamiliar”, el número de unidades de obra diferentes que pueden ser necesarias para completar su construcción, puede llegar fácilmente a las doscientas, aunque difícilmente se va a totalizar un importe acumulado de más de ciento cincuenta o doscientos mil euros. Sin embargo en un pequeño proyecto de obra civil, como puede ser un tramo de carretera sencilla, probablemente el número de “unidades de obra” necesarias no supere el centenar, pero sin embargo la cuantía acumulada difícilmente bajará de los cinco o diez millones de euros, lo que representa que para una “unidad de obra” similar en ambos proyectos, se multiplica su incidencia o valor relativo, por un factor cien o doscientas veces mayor.

Esta diferencia cuantitativa entre las magnitudes relativas de las unidades de obra habituales en ambos proyectos, además de otra diferencia frecuente, como es el hecho de que los proyectos de obra civil sean normalmente de iniciativa “pública”, y los de edificación en su mayoría de “iniciativa privada”, acaban motivando que se aborde esta parte del proyecto con criterios claramente diferenciados.

Por un lado en el caso de los ingenieros de caminos y la obra civil, el criterio habitual, profundiza mediante un “análisis” más exhaustivo de los datos, para descomponer los elementos de cada unidad de obra (descomposición de precios .. ) cruzando valores comunes entre distintas unidades, que pueden poner de manifiesto incoherencias del conjunto, y añadir algunas redundancias que contribuyen a poner de manifiesto cierto tipo de errores, (cuadros de precios en letra y número .. etc. ). Esto lógicamente contribuye a incrementar notablemente el volumen de datos numéricos y también la carga de trabajo y esfuerzo sobre la elaboración del proyecto, aunque dado que la magnitud de estos, es bastante mayor que en el caso de la edificación y su carga de trabajo en aquellos aspectos como la originalidad, la innovación, y el diseño o la estética son sustancialmente menores, hacen que esa “hipertrofia” de datos numéricos dentro del presupuesto también se acabe convirtiendo en un factor de diferenciación que llega a utilizarse como respaldo de su propio “prestigio profesional”. 
                                               
Por el contrario en el ámbito de la arquitectura, por un lado la “reglamentación” de tipo administrativo es más relajada, ya que suele operar en el ámbito de la iniciativa privada, y por otro lado el “valor propio” del trabajo se tiende a ubicar en la vertiente gráfica, dando mucha más importancia a los factores subjetivos y discrecionales, como el diseño estético, la innovación, la originalidad etc. que están más vinculados a la identidad y al prestigio personal de cada arquitecto.

En este sentido el documento del presupuesto, se aborda inicialmente de forma similar, elaborando una “medición” exhaustiva, que al igual que en la obra civil, se compone de una lista completa de unidades de obra, junto con la recopilación sistemática de datos numéricos necesarios para calcular sus magnitudes en el proyecto. No obstante a la hora de establecer los precios para esas unidades de obra, en lugar de profundizar en la elaboración de los precios a través de un “análisis” exhaustivo que incrementa desaforadamente el volumen de datos numéricos, se suele recurrir a través de cierta capacidad de “síntesis”, a tomar referencias “externas y objetivas”, que permitan aproximar o acotar un presupuesto final, mediante experiencias recopiladas con tipologías de casos similares.

Esa recopilación de referencias y tipologías es lo que en última instancia constituyen y representan los sistemas de “módulos” empleados tradicionalmente en los colegios de arquitectos, que a su vez se convertían en “referencia objetiva” a través de esa estructura sindicada de la profesión del arquitecto.

Consideraciones sobre los módulos.

En primer lugar hay que mencionar que la capacidad de regulación que pudieran ejercer los colegios de arquitectos a través de los sistemas de “módulos” han sido suprimidos completamente por la legislación general, en una primera etapa con la eliminación de las “tarifas de honorarios”, y finalmente con la aplicación de la conocida como Ley Ómnibus, que establece una determinada transposición de la legislación comunitaria.

En este sentido, cabe decir que los argumentos para la eliminación de los sistemas de “módulos”, han sido derivados de la “competencia” ya que supuestamente la capacidad de regulación que ejercían los “colegios de arquitectos”, generaba una falta de competencia entre los profesionales y consecuentemente un “encarecimiento” artificial de los servicios que desempeñaban.

Con independencia de que el razonamiento pueda parecer correcto a primera vista, la realidad es sustancialmente diferente, ya que la competencia para elegir un “arquitecto” concreto en detrimento de otro, casi nunca se ha dirimido por la repercusión económica del importe de sus “honorarios”. La competencia entre profesionales se ha ido desarrollando por otras muchas cuestiones y factores propios de la complejidad del trabajo, cuya valoración de “calidad” tiene un marcado carácter “subjetivo” a diferencia de cualquier otra ingeniería. Como factores de competencia entre arquitectos, cabe citar la “notoriedad”, la “experiencia”, una “capacidad” contrastada en trabajos similares, o bien una “sintonía personal” con el cliente, que ayuda a trasladar al proyecto, las inquietudes, preocupaciones o ansiedades que todo “promotor” tiene cuando se inicia una nueva “empresa”.

Los sistemas de módulos utilizados normalmente por los colegios de arquitectos, consisten en aplicar un “valor medio” de referencia sobre la superficie construida del edificio, que es la magnitud más característica y proporcional de su coste, corrigiendo y ajustando ese valor medio con un repertorio más o menos amplio de circunstancias fácilmente identificables a primera vista, que repercuten el coste de la construcción, como pueden ser numero de fachadas, los tipos de acabados, tipologías constructivas (naves de acero, estructura de hormigón armado, .. ) etc.

Estos sistemas permiten un control relativamente fácil mediante algún tipo de formulario donde figure un resumen de los datos más característicos del edificio proyectado o también establecer avances o aproximaciones del coste de construcción en las fases más iniciales del proyecto, ayudando a descartar o adoptar distintas soluciones o alternativas.

Una de las ventajas del sistema es su simplicidad, ya que manejando las superficies construidas de cada tipología y unos pocos datos numéricos, se puede obtener una aproximación razonable de su coste o “presupuesto”, que permite adoptar decisiones y/o criterios en la fase de diseño, sin necesidad de completar la larga elaboración del presupuesto. Lógicamente en los proyectos de ingeniería civil, también se emplean sistemas de “índices” con un objetivo similar, pero mucho más desligados de la elaboración final del presupuesto y desde luego sin el carácter “general y objetivo” que aporta una entidad ajena al propio estudio u oficina técnica.


viernes, 1 de junio de 2012

MEDICIONES y PRESUPUSTO ( I )


Una vez concluido el tema dedicado a la personalización de AutoCAD, parece oportuno hacer un cambio, para refrescar ligeramente la saturación del tema anterior. El nuevo tema elegido es la elaboración de “mediciones y presupuestos” en los proyectos de arquitectura, que constituye una cuestión de cierta trascendencia, a la que sin embargo entre los profesionales “arquitectos”, no siempre se le presta toda la atención necesaria.

Los elementos del proyecto

Para situar el tema en su contexto, cabe recordar aquella división clásica de los documentos de cualquier proyecto técnico: (Memoria, Planos, Pliego de Condiciones y Medición-Presupuesto.) Esas cuatro partes responden a una estructura conceptual que podría configurar cualquier proyecto, y que se puede definir como sigue:

La Memoria: Es una parte escrita donde se identifican, describen y explican todo tipo de requisitos, características y circunstancias relevantes del objeto que se proyecta. El documento debe incluir tanto la “descripción” completa del objeto en si mismo, como de los “usos” previstos o asignados globalmente o en cada una de sus partes y los “requisitos” de todo tipo, ya sean criterios de diseño, iniciativas discrecionales del promotor, o bien imposiciones legales y reglamentarias, incluyendo la justificación de su cumplimiento.

Los Planos: Incluyen toda la parte gráfica donde se identifican y especifican tanto la situación y emplazamiento del objeto como sus características dimensionales, geométricas y de aspecto, así como todas las especificaciones gráficas necesarias para concretar rigurosamente todos sus elementos y componentes. El contenido y configuración de los planos debe ser tal, que puedan permitir la construcción del objeto con fidelidad al proyecto, pero bajo la dirección de una persona diferente del autor, aunque con el mismo nivel técnico.

El Pliego de Condiciones: Esta es una parte escrita del documento en la que se incluyen las condiciones y requisitos de toda índole, a las que se debe ajustar la “ejecución” o construcción del objeto que se proyecta. Este documento incluye desde atribuciones de los técnicos, responsabilidades del promotor, constructor o de otros agentes, condiciones de rescisión de contratos, fianzas, penalizaciones por incumplimiento, requisitos de control, comprobaciones, ensayos etc, y también  las “prescripciones técnicas”, sobre “condiciones de ejecución” de todas las unidades de obra.
                                                                         
La Medición-Presupuesto: Este es también un documento escrito, en el que se describen y relacionan sistemáticamente todas las “unidades de obra” que contiene un proyecto. Cada una de ellas se identifica mediante una descripción técnica, una numeración correlativa estructurada en capítulos y una “dimensión” o unidad que permite “medir” o cuantificar la magnitud acumulada en todo el proyecto. Además de esto se valora su importe de ejecución, mediante la asignación de un “precio unitario” que multiplicado por la magnitud total, permite determinar el coste de ejecución del proyecto.

Obviamente el hecho de conocer previamente, el importe que puede costar la construcción de un edificio o cualquier objeto proyectado, con la trascendencia que ello supone para respaldar o avalar todo tipo de decisiones, tanto de iniciativa empresarial y económica, como de control administrativo,  justifican en gran medida la utilidad y el esfuerzo que suponen elaborar cualquier proyecto de forma rigurosa, prestando una atención singular a esta parte del documento.

Mediciones y Presupuestos

Esta parte del proyecto se compone a su vez de dos elementos diferenciados. Por un lado la determinación de las magnitudes de cada unidad de obra, y por otro lado la asignación de los precios unitarios de cada una.

La primera parte es lo que comúnmente se identifica como “Mediciones” del proyecto, y se elabora como un listado sistemático ordenado por capítulos, donde se va identificando cada unidad de obra, y a continuación dentro de ella se anotan en una lista, con tantas líneas como sea necesario, los datos numéricos de dimensiones parciales que van formando los elementos o partes de cada unidad, y que en rigor deberían ser perfectamente identificables dentro de los  planos, mediante sus “acotaciones” sin necesidad de efectuar ninguna medición directa.

Las líneas de medición se pueden completar con un pequeño texto aclaratorio que contribuye a identificar el elemento que se esta midiendo, y mediante una ordenación adecuada se pueden totalizar partes o subconjuntos, o bien deducir huecos después de hacer una medición a cinta corrida etc. Finalmente mediante la suma sistemática de los resultados parciales de cada línea, se obtiene la magnitud total para cada unidad de obra. La presencia ordenada de esos datos parciales en un listado completo, permite hacer en cualquier momento las comprobaciones oportunas para asegurar la correcta integridad del resultado.

Evidentemente la elaboración de esa “medición”, necesita recopilar una cantidad muy considerable de datos numéricos, que lógicamente se presta a la aparición de “errores”, tanto debido a la gran cantidad de datos, como a lo tedioso de su recopilación sistemática. En este sentido cabe destacar la existencia de un “antes” y un “después” respecto a la adopción generalizada de los programas de ordenador y las herramientas informáticas, que permiten almacenar, localizar, o seleccionar, la definición de las unidades de obra dentro de repertorios o bases muy amplias, y por supuesto, guardar ordenadamente los datos numéricos de la medición, asegurando el rigor de todas las operaciones.

La segunda parte en la elaboración de este documento, es la asignación del “precio unitario” o valor económico para la ejecución de cada partida. Evidentemente siempre es posible adoptar dicho valor de una forma seria y rigurosa con arreglo a la experiencia profesional y conocimientos del proyectista, pero también es frecuente que se generen dudas, ya que el resultado final puede estar sometido a intereses contrapuestos para adoptar valores excesivamente “altos” o “bajos”, y por otra parte la facilidad de cualquier programa informático u hoja de cálculo para acomodar el conjunto de precios parciales a una cifra final “predeterminada”, una vez conocidas sus magnitudes es tan simple, que a veces surge la duda sobre la posibilidad de que el presupuesto haya sido arbitrariamente distorsionado.

En el caso práctico de la determinación de los precios del presupuesto, cabe distinguir al menos en nuestro país, el ámbito de los proyectos de “iniciativa pública”, en los cuales la elaboración de ese documento está regulada o condicionada por la “Ley de Contratos del Sector Público”, que obliga a añadir una justificación de los precios adoptados, detallando la descomposición de cada uno entre costes “directos” e “indirectos”, y desglosar a su vez los costes directos en los importes de “mano de obra”, “maquinaria” y “materiales”, detallando todo ello en los cuadros de precios y en su caso, con pequeños presupuestos parciales, con lo que se asegura al menos una coherencia interna más difícil de distorsionar.

Dado que en el caso de las obras de “iniciativa pública”, la licitación, la adjudicación y la contratación de la misma se hacen sobre la base de los precios que figuran en el proyecto, esto supone además que los precios deban ser rigurosos con la realidad, so pena de incurrir en responsabilidad por los perjuicios ocasionados, pero sin embargo en el caso de la “iniciativa privada” como es la mayoría de las obras de arquitectura, esa reglamentación no resulta obligatoria y por tanto la licitación y contratación, se hacen al margen de los precios que figuran en el proyecto, siendo normal que cada contratista proponga su propia lista, o que acuerde las condiciones económicas con el promotor de las obras, sin la participación del arquitecto, o bien que promotor y constructor sean la misma persona en cuyo caso los precios del proyecto ya no tienen ninguna trascendencia sobre la contratación de la obra.

Esto supone que en la práctica habitual, dentro del ámbito de las obras de iniciativa privada, para la elaboración del documento de mediciones y presupuesto, se preste gran atención y cuidado a la definición rigurosa de las unidades de obra y a las “mediciones”, pero sin embargo la determinación de precios unitarios se haga sin demasiada atención, más allá de su contribución proporcional en el importe total.

Ayudantes y Colegas

Tradicionalmente el papel del aparejador se ha basado en una “especialización” sobre la “ejecución de obra” desarrollando un papel más activo en esos aspectos y bastante menor en las cuestiones del diseño, la concepción del edificio o la seguridad estructural del mismo. Esto supone que tradicionalmente era precisamente la figura del “aparejador”, la que dentro de un “estudio de arquitectura” solía hacerse cargo de elaborar las mediciones y presupuesto del proyecto, liberando al arquitecto, de tener que abordar un trabajo, sistemático, tedioso, largo y aburrido.

Por otra parte el papel de los “colegios de arquitectos”, como agrupación profesional ha ejercido una cierta regulación en función de evitar o paliar cierto tipo de competencia entre profesionales, que rebajando artificialmente los presupuestos de sus proyectos, podrían justificar ofertas de honorarios más baratas al estar estos vinculados a la complejidad y magnitud del proyecto y consecuentemente al presupuesto de ejecución.

Esa regulación que trataba de evitar que los presupuestos de los proyectos se bajasen arbitrariamente más allá de un límite razonable, se organizaba mediante un sistema de “módulos”, que se aplicaban sobre la superficie construida del edificio, considerando un cierto repertorio de tipologías con distintos niveles de coste y complejidad, y que con una actualización periódica basada en coeficientes estadísticos, permitía establecer para cualquier proyecto una cifra de referencia que siempre se mantenía ligeramente por debajo del coste real de construcción, pero que a su vez aseguraba una aproximación razonable, aportando la ventaja de establecer una referencia uniforme y objetiva para todos los casos.

Esas circunstancias ha supuesto que en la práctica los presupuestos de ejecución en los proyectos de iniciativa privada, se hayan realizado con mucha frecuencia mediante un “ajuste forzado”  de tipo inverso, de tal forma que los precios de las distintas unidades de obra, una vez que se disponía de la “medición” del proyecto, se forzaban mediante el programa informático o una simple regla de tres, para obtener como resultado final precisamente la cifra de referencia, que estipulaba el sistema de módulos del colegio de arquitectos.

Esta situación ha cambiado drásticamente en los últimos años con la aplicación de nueva legislación que basada en criterios de defensa de la competencia y transposición de directivas europeas, ha suprimido las “tarifas” de honorarios profesionales y ha prohibido cualquier mecanismo o referencia que pueda aproximarse a un sistema de “precios acordados”, para asegurar que los honorarios profesionales se reducen a una acuerdo o compromiso “exclusivamente particular” entre arquitecto y cliente.  
                                                                                                      
Esa desregulación del sistema de módulos que anteriormente establecían los colegios de arquitectos, ha generado que ahora hayan aparecido diferentes sistemas de control sobre los presupuestos, siendo frecuente, que tanto las compañías de seguros que operan sobre la responsabilidad civil en la construcción, como muchos Ayuntamientos que ingresan el impuesto de construcciones dependiendo del presupuesto de ejecución de los proyectos, hayan adoptado cada uno su propio sistema de “módulos” de referencia, con el fin de asegurarse o comprobar que los presupuestos no hayan sido distorsionados arbitrariamente.